-Me siento tán sóla, tán lejos de todo- piensa, y toboganes de tristeza dejan sabor a sal
Sal y nieve , días de hacer caminos con pies de piedra que se clavan en el suelo congelado y esquivan ataques de ojas otoñales.
Los brazos engarrotados de tanto apretarlos contra un cuerpo moreno escondido bajo 5 capas de cebolla que protegen a esa chica delgada del sur,exótica en aquel país de rubios y pálidos
Se clavan en ella miradas de duda, de atracción por lo que no se conoce, por lo que nunca se ha probado.
Y mientras , su naríz congelada y los labios se vuelven rosas y doloridos.
Labios que sólo entienden de calor y besos. No de estas temperaturas bajo cero ni de semanas de soledad.
Así va, de un lado a otro de la ciudad aquella chica que un día se propuso por encima de todo y de todos, llegar a un lugar donde las salchichas son las reinas de las calles en todos sus tamaños y variedades.
Un lugar donde el frío no enfría nunca a la gente, porque nacen con el entre sus brazos desde el momento en que ven la luz. Allí dónde ella se acostumbro a vivir con nadie más que con su propia sombra, a llevar 3 pares de calcetines y enroscar siempre su delicado cuello con una gran bufanda .
A devolver botellas en los supermercados como buena lugareña, y comprarse ropa al kilo de segunda mano.
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